lunes, 17 de junio de 2013

GRAFFITI. SOMOS HISTORIA.

C.G 2008 lleida.

Muchas veces lo digo, de la insistencia, de darle y darle a pesar de muchas cosas. Ya he dicho que empecé un buen dia y hasta hoy.
Empezó la historia gráfica en el año 1989, suena lejos eh, pero no podéis negar de que suena mejor que con un dos mil delante. Un crío de barrio, un barrio de inmigrantes, tan inmigrantes que ni lo eran, estaban casi como en casa, la abertura de la cultura catalana a la periferia vendría más tarde. En aquel entonces un catalán era tan raro como para apodarle catalán.
Pero a nosotros nos importaba más bien poco esto, vivíamos en el barrio, y el barrio podía modelarte y hacerte suyo, parte de él.

Un colega, alguien en aquel momento, no cercano, era el vecino de un íntimo amigo...Pues este chaval, que coincidió conmigo en el primer año de instituto, apareció con un rotulador gordo y empezó a escribir en una de las paredes, yo recuerdo que probé y en fin, una cosa a la otra, y me vi con un rotulador de estos.
Mi relación con el chaval, llamémosle Manu, fue en aumento, fue de esas de a todo momento juntos, él tenía más traza que yo y un estilo que envidiaba. Empezamos a dar pasitos y conocimos a otros personajes que empezaban, aunque más avanzados, recuerdo la admiración que sentías por el dominio de esos chavales, un dominio fruto de tan solo unos meses. Es curioso verlo desde la distancia.
Rápido, en semanas, estábamos en el único grupo que había en el barrio, pongamos, que en Barcelona ciudad y periferia, pudiese haber un centenar de grafiteros en esa época. Por lo tanto en el barrio la cosa era insignificante, una firma podía ser visitada, una firma!
Firmamos, firmamos, nada de eso era arte, ni lo pensábamos, pero nos hacía diferentes, tan diferentes que era un mundo paralelo.
Con el graffiti uno se asignaba un nombre, procurando que no estuviera cogido. Pensemos que esto, desde el punto de vista de unos chavales de barrio es muy interesante, la filosofía de la movida era curiosa. Darse un nombre, respetando los que ya existían es algo que se pudo mantener cierto tiempo, vendrían los números para diferenciarlos más tarde, también existía un respeto por las obras de los demás, excepto en los problemas entre pintores, o el reclamo del lugar.

Pero en aquel momento, en los principios del graffiti en Barcelona, era todo virgen, las paredes estaban ahí, deseando de ser desvirgadas. Nos encargamos de ello con tal determinación que rápido el graffiti se convirtió en problema, aunque todo era poco a poco, los meses eran lentos, ni que decir los años. Llevar dos años te hacía veterano.
Nos fuimos juntando, fuimos investigando todos los palos de la movida hip-hop, la música, el break, la pintura, los cuatro elementos. Cantábamos, hacíamos bases con la boca, pintábamos y pintábamos.

Conocimos la movida de forma más amplia, no recuerdo porqué motivo la gente se encontraba en la estación de metro de universitat, los domingos por la mañana. Allí intercambiamos sin saber qué era el intercambio, hablábamos, nos reíamos, nos buscábamos enemigos y aparecían amigos. Los más grandes nos suministraban información, los primeros fancines con fotos de obras en fotocopias peladas y una calidad pésima de las fotos, pero para nosotros era como ver un coño, en el buen sentido, aunque no creo que tenga mal sentido.
Esa información te daba cierto empujoncito, aunque era  bochornoso copiar, sí que los fancines te daban ideas o ganas, motivación.
El aprendizaje era lento, conseguir un buen estilo complicadísimo, las pinturas caras, y esto no ayudaba a aprender.
Robar pintura en alguna tienda era habitual, es algo que deberían saber los estudiantes de bellas artes, robar para pintar.
Sin darnos cuenta estábamos creando el principio de una historia que parece haber venido para quedarse, el graffiti ya forma parte de la sociedad, es como el polen urbano.
Mejoramos y nos hicimos un nombrecito, participábamos en los actos que se organizaban, exhibiciones y similares, decorábamos locales y demás chorradas...
Pero pintábamos y en ello también había cierta rabia, lo digo desde el análisis actual, en el momento no era consciente, hablando solo por mí.
Salíamos por las noches, buscábamos momentos de poco movimiento, también íbamos a saco en ocasiones, sin importarnos los que nos miraban.
Nos hicimos más ambiciosos y pintamos los metros, los trenes, empezamos a viajar a sitios de Catalunya a pintar trenes con más comodidad, los hicimos de punta a punta, de arriba a abajo. Viajamos a diferentes sitios de España a pintar trenes y paredes, lo deberían explicar en bellas artes...

No había titulación, reconocimiento sí, respeto también, pero nadie se empeñaba en que
aprendiéramos, por eso muchos se quedaban fuera sin más, lo dejaron en un momento dado, la mili, nuevas amistades, por puro cambio o azar. Puede ser que hubiera un momento en que perdió empuje y por eso muchos lo dejaron, pero estaba sembrada una nueva partida de escritores de graffiti, que daría lugar a otra más, y así hasta hoy, momento del que desconozco su estado, hace ya un tiempo que yo lo dejé.
Antes de dejarlo, aunque habría que aclarar que hubo dos momentos, el primero, dejar el graffiti más ilegal, aquel que había hecho hasta ese momento, aquel que defendía...

Dejé de pintar trenes de un día para otro, ya no volví a ir a una cochera a pintar. Seguía pintando de una forma más tranquila, con más posibilidades para comprar pintura, ya tenía un salario.
Muchas veces me ofrecieron ir a pintar trenes, el tren era lo supremo, que te invitaran a ir a pintar de forma insistente, era buena cosa, aunque defender la decisión de no ir fuera difícil.
Mientras iba pintando los fines de semana, iban sucediendo cosas que darían pie a otras.

Empecé a pintar algunos cuadros pequeños con rotuladores posca, con spray, y quizá miento si digo que recuerdo la liberación de poder pintar sin problemas, era algo que no me había planteado, era tan inocente y poco informado que pensaba que las paredes eran nuestro sitio, y puede que durante mucho tiempo lo fueran.
Donde los demás veían cemento y hormigón, nosotros veíamos un gran lienzo, aunque desconociéramos el término, lienzo, como soporte.

Los cuadros me gustaron y fuí haciendo cuadros en los que introducía otros elementos diferentes al graffiti, aunque muy próximo.
Hablo de cuadros de una calidad pésima en todos los sentidos, mil veces peor que lo que hacía en la pared, pero recuerdo que a la gente le llamaba la atención, por supuesto no era el primer graffitero en pintar inocentemente cuadros.
A estas alturas del relato, me había tirado casi diez años en el graffiti, y me propusieron la idea de apuntarme a una académia a aprender cuatro nociones de dibujo y pintura. Me estuve más de un año, asistiendo básicamente a dibujo anatómico y al natural. Mientras, en casa y en cualquier lugar, pintaba y empezaba a interesarme por pintores.
Me interesó el surrealísmo y me acerqué a él, pero aquí sí que se acelera el ritmo de los acontecimientos y voy asimilando cosas que se hacen y que se hicieron.
Lo mejor que puedo extraer de esta etapa es la ilusión y el desparpajo. El esfuerzo también, supongo, la dedicación.
Todo dió paso a la investigación, las pruebas, pintar siguiendo ejemplos que me atraían, dejándolos y mamando de otros, y así otros más de diez años.
He vencido muchos momentos, y todo lo hecho, se resume en unas cuantas cosas que valen la pena la cantidad de errores cometidos a lo largo de estos espacios/tiempo.
Y aún sigo insistiendo, empiezo a temer que sea cabezonería, pues todo lo que hago va quedando escondido.

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